Por: Marivell Contreras
Este sábado se cumplió lo mil veces anunciado: el concierto de Chichí Peralta. Estábamos en el Palacio de los Deportes desde temprano. Nos asustamos un poco, porque hasta casi las 9 de la noche, el espacio, que acoge a unas 5 mil personas, permanecía con menos de mil.
Los espacios vacíos eran notorios y el susto crecía. Sin embargo, mientras los miembros de la prensa conversábamos repasando la actualidad artística del país, de los Premios Casandra y de nuestras respectivas familias, el lugar fue lentamente ocupado por el público.
Un público que esperó paciente hasta las 9:30pm. a que el escenario diera visos de que el concierto empezaría.
Fue verdad que nos recibieron con unos lentes para ver en tecnología 3D parte del espectáculo. Una miniproducción en video en la que una culebra se movía persiguiendo a Chichí Peralta y cuando parecía que se iba a salvar, llegó un león más grande y furioso. El artista dominicano se las arregló para salir airoso de ambas pruebas. No sé que alegoría personal tendría esta parábola visual, pero como entretenimiento, llenó las expectativas.
El concierto
Desde que empezaron los primeros sonidos de la orquesta el público se animó a corear, bailar y disfrutar de las fusiones musicales de Chichí Peralta.
Un universo de público muy heterogéneo, desde personas tan mayores como su madre -a quien dedicó el concierto-, hasta púberes de ambos sexos.
El caso es que todo el mundo estaba en consonancia con lo que sonaba en las bocinas y con lo que se veía en el escenario. Una armonía y disposición de luces espectaculares, bailarines, y mucha y buena música.
Cumpliendo con lo prometido. Chichí fue acompañado por sus invitados. Primero El Prodigio -con un nuevo look- y luego José Antonio Molina y la Filarmónica -que se llevaron el primer stand ovation de la noche-. Luego siguieron sucediéndose las canciones, yendo y viniendo en el tiempo. Ya la primera producción o De Vuelta al Barrio o Del Otro Lado del Río. Grandes éxitos de Chichí junto a un excelente coro y a Redimidos y luego la entrada de Juan Luis Guerra. Emoción total.
Chichí se movía, cantaba, animaba, hablaba. Era su escenario y lo hizo suyo. Casi en los finales llegó el amor Samurai y Chichí trajo su invitada japonesa. Cantó en japonés y bailó coreográficamente al estilo dominicano. Risa y respeto: Kumiko Yoshijara, cantantaza! Se bailó hasta el final. Y la verdad es que el que no vino a ver a Chichí Peralta, se lo perdió.
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