Por: Arelis Peña Brito
Fuente: Providence en Español
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PROVIDENCE. Su extraña apariencia - mezcla de ser mitológico, guerrera tribal y criatura del averno- la han convertido en una figura de fama mundial. En su afán por transformarse en alguien "irrepetible", esta mujer se ha sometido a una controvertida modificación corporal que ha hecho de ella más que un personaje, casi un mito.
El inquietante azul de sus ojos, su estrafalario maquillaje y la cascada de trenzas sobre su cabeza a medio afeitar, complementan el singular aspecto de la que ha sido bautizada como "la mujer vampiro".
Sin embargo, María José Cristerna, mexicana, de 35 años, no es una simple atracción de circo. Detrás de esa extravagante fachada hay una mujer que es abogada, empresaria, artista plástica, defensora de los derechos humanos y madre abnegada de cuatro hijos. Forma parte de una banda de música, escribe canciones y posee su propia línea de ropa, calzados, muebles y accesorios.
¿Por qué una mujer con semejantes talentos, atractiva, por demás, dentro de los cánones tradicionales de belleza, escoge transmutarse de esta manera?, le preguntamos, a lo que ella respondió: "Lo hice para ser diferente y traspasar límites, ser auténtica dentro de los auténticos. Socialmente ya no me importa nada; antes sí, pero la gente se acostumbra; soy y hago lo que muchos no se atreven".
Pero en la historia de su vida hubo un motivo más, que le dejó marcas internas más dolorosas que las de afuera: la violencia doméstica. El hombre con el que se casó a los 17 años la maltrataba y ella, que desde siempre sintió atracción .
por el "piercing"y los tatuajes, encontró en éstos el refugio perfecto para sobrellevar el dolor que sufría más allá de la piel.
Un tatuaje la llevó al otro y empezaron las modificaciones. Pronto la obsesión por experimentar nuevos cambios la condujo a hacer de su cuerpo un lienzo sobre el que fue plasmando todo lo que quería expresar.
Ella asegura que no siente arrepentimiento por la transformación a la que se ha sometido: "Dado que es un proceso no reversible, se debe meditar perfectamente acerca de las consecuencias. En mi caso llevo 21 años haciendo esto, así que estoy plenamente consciente del proceso y no cabe el arrepentimiento".
También afirma que su aspecto no ha sido impedimento para realizar tareas remunerativas. "Ninguna actividad me ha sido prohibida. Tengo mi negocio propio, así que ¡no dependo de un jefe!", agrega.
Una mujer "normal"
Para saciar la curiosidad de la gente, la "mujer vampiro" aclara que ella no duerme en un ataúd ni tampoco bebe sangre. Dice que a pesar de su apariencia es una persona normal que atiende con regularidad todos sus compromisos. Cuando no está trabajando en su taller, sus pinturas, sus diseños o su banda de música, ofrece entrevistas y realiza presentaciones en eventos especializados.
A su variopinta agenda de actividades María José añade la suspensión corporal, una práctica que consiste en perforar con ganchos de acero la piel de la espalda, para colgarse de cables de metal y de esta manera "flotar". "Cada quien tiene sus rituales y este es el mío. No implica masoquismo alguno; a la suspensión corporal le doy la seriedad absoluta. Me pone en trance. Es además divertido, el dolor no es intolerable, el cerebro es el que gobierna lo físico, así que no es anormal para mí", explica.
Ella asegura que su transformación física nunca ha sido impedimento para encontrar el amor. "Quien me conoce le importa más mi interior. No podría estar con alguien tan vacío como para amarme por mi físico solamente", sostiene. Actualmente tiene una pareja, David, quien al igual que ella se dedica a trabajar con piercings y tatuajes, aunque no ha seguido sus pasos en la transformación corporal.
María José está consciente de que su aspecto genera rechazo, burlas y cuestionamientos, pero esto parece no importarle, y lo considera intrascendente. Sobre sus hijos, Samantha, Silvana, Memo y Samael, afirma que han aprendido a aceptarla sin reservas. "Para ellos es normal; si alguien les dice algo ofensivo no se inmutan, porque les he educado para ver más allá de la apariencia física. Los niños que les pudieran molestar deben tener mamás gordas o chancludas, despreocupadas de su apariencia, ¿no crees?", señala en tono jocoso.
En cuanto a sus pinturas, los elementos característicos son los ojos y figuras multiformes en colores vivos. "Los ojos aparecen porque representan a la gente que siempre voltea a verme. Mi pintura y mi personaje son mi caparazón. A poca gente le permito conocerme por dentro, pues hay mucha hipocresía y amarillismo alrededor mío. Imagínate: una vez dijeron que me iba a injertar una cola de cadáver de perro, o que practicaba satanismo".
Sobre su pasión por el vampirismo se esfuerza en precisar que no tiene que ver nada con prácticas o ritos ocultos. "No es tema de polémicas esotéricas o religiosas, es sólo una caracterización llevada más allá de los límites, algo que me gusta", explica, y agrega que los que no la conocen han llegado incluso a cuestionarla mentalmente, cuando en realidad "nadie está cuerdo y la gente siempre cambia por dentro y por fuera".
"El cuerpo siempre cambia", añade, "se modifica por sí solo cuando engordamos, envejecemos o nos embarazamos. En lo personal puede que siga haciendo modificaciones mientras no afecte estéticamente el concepto que me guía". De hecho, dice que cuando ya no quede más espacio en su cuerpo para transformar (ahora mismo sin tatuar solo tiene las palmas de las manos) seguirá haciendo cambios en el físico de otras personas.
Para aquellos que no entienden y juzgan los cambios que ella ha hecho en su anatomía, María José Cristerna deja la siguiente reflexión: "Yo asumo mi cuerpo y sus modificaciones como un personaje que visualicé en mi cabeza y yo soy quien le da validez, no la gente que me observa. Yo puedo ser toda una experiencia visual para otros, pero al final el misterio y la respuesta son míos".
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