El martes 29 de septiembre fui llamado del palacio de gobierno con determinada urgencia. El presidente Luis Abinader convocaba a una reunión en la casa de gobierno.
La ministra de Cultura y yo, puntuales como un inglés, entramos al llamado Salón Verde minutos antes de las tres de la tarde.
Un nutrido grupo de intelectuales, la mayoría historiadores e investigadores, colmaba el salón citado.
¿Motivo? El presidente de la República nos quería como testigos de un acontecimiento extraordinario: la entrega al Archivo General de la Nación de miles de documentos, perfectamente conservados, conteniendo archivos secretos que abarcan un extenso periodo comprendido entre el 1930 hasta, prácticamente, la actualidad.
Ningún presidente dominicano se había atrevido a publicar esa fuente de conocimiento que descansaba en habitaciones oscuras del palacio de gobierno. Imagino que ustedes ya presumen la causa. En esos miles de documentos, que ocupan cientos de cajas, hay datos que, estoy seguro, comprometen a muchas personas y familias de aquí. Y quizás hasta otros muchos países.
La no publicación de esos archivos fue, entonces, un acto de encubrimiento. Con todo el poder que tiene un jefe de Estado dominicano, ninguno, hasta hoy, había tenido el valor personal y moral de quitar el manto encubridor que tenían.
El presidente Abinader ha hecho un acto de justicia histórica. En el discurso de rigor al entregar los archivos de marras, dijo que estaba comprometido con la absoluta transparencia y con la verdad.
Al recibir dichos documentos, Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación, testimonió que se encuentran perfectamente conservados. Dijo también que en una rápida comprobación se pudo notar el inmenso valor que tienen.
En un aparte que hizo el presidente con la ministra Heredia y el suscrito, nos comunicó que tenía conciencia de lo que estaba entregando e imaginaba posibles consecuencias.
El pueblo dominicano ha estado necesitando de verdades históricas. Ocultando hechos es que nos han estado manipulando. Ocultando hechos se han construido algunos prestigios y abolengos. Tanto el presidente como el profesor Cassá, desean que investigadores y estudiantes tengan acceso a todo ese legado. Ambos pretenden que toda la verdad que los archivos contienen, llegue a nuestros ciudadanos. Ocurrirá. No haya manera de evitarlo.
Soy un investigador empírico. En varias de mis obras toco temas relacionados con el poder político. Ante la ausencia de verdades, me vi obligado a ficcionar muchas de mis historias. Desde ya estoy haciendo fila para hurgar en estos documentos secretos.
Este escorpión militante necesita siempre que la verdad salga a flote. Es delincuencial haber, celosamente, resguardado archivos de tanta trascendencia.
Ahora si… ahora sí vamos a saber lo realmente ocurrido con… y también en…
Lo que sea que encuentre lo voy a contar a ustedes. Y esta vez, el poder oscuro no
logrará cubrir la verdad con un antojadizo y oportuno…
¡Telón!
Fuente: dariohispaniola.com
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